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sábado, 20 de agosto de 2011

ANTONIO Y JOSÉ

Cada mañana salen juntos a pasear.
Antonio y José son hermanos y guardan un gran parecido. Altos, delgados, elegantes, setentones...caminan por la calle con paso cansado, arrastrándose como caracoles en el asfalto caliente de agosto.

Viven en el mismo rellano, puerta con puerta.
Antonio se puso a vivir allí a los pocos meses de que su hermano y Teresa se casasen, hace ya cuarenta años. Y han compartido las paellas cada domingo, las risas y travesuras de los niños, las vacaciones...

Ahora caminan con paso cansado. Salen juntos cada mañana. Pero no regresan a la vez.
Diez metros separan los pasos de Antonio y los de José, que ya no tiene las mismas fuerzas desde que muriese Teresa, cuatro meses atrás.

Caminan lento, como queriendo no llegar.
José llega a su hogar vacío, sin la risa de Teresa, sin su voz que se oía cantar nada más acercarse a la puerta de su casa, sin sus manos acariciadoras que siempre calmaban las dudas y los desasosiegos...
Sus pies se resisten a llegar a la soledad terrible de las habitaciones vacías de voces alegres.

Antonio camina delante, algo más ligero. No soporta ver esa tristeza infinita en el rostro de su hermano.
Él también llega a una casa vacía, pero está más acostumbrado. Ha vivido así la mayor parte de su vida.

Arrastran los pies y el alma de regreso de su paseo cada mañana.
Ambos han perdido al amor de su vida.