sábado, 20 de abril de 2013

SIN RED




Cada día lo tenía más claro. Había nacido para eso: llevar la poesía a todos los rincones, a ateneos, a bares, a bibliotecas... Quería hacer sentir ese pellizco en el estómago que se vuelve adictivo y que hace desear más poesía. Y más y más y más.

Así que la decisión no fue tan difícil como podría parecer. Sacó todos sus ahorros, buscó un local, un buen equipo, un diseñador lleno de magia, poetas irreverentes que nunca habrían salido de un cajón... y se lanzó. Pero no, no se lanzó al vacío. Dejó un pequeño colchón de quince mil euros invertido en un producto de los “seguros”, no en esas malditas preferentes. Un producto a diez años, intocable, de los que ya habían pasado cuatro.

Una mañana, el director de la oficina bancaria donde tenía sus ahorros, le comunicó la noticia. Ella escuchaba incrédula, “decreto ley”, “ayer”, “órdenes de Bruselas”, “no se puede hacer nada”... Sintió que los ojos se llenaban de sal y no supo si era tristeza o ira. Preguntó como pudo. “Sí, un 33% lo quitan directamente; el otro 66% se convertirá en acciones”. ¿En acciones? Ella no quería acciones de una empresa en quiebra. Quería su dinero. SU dinero. Que ya no existía. Que ya no era su dinero.

Salió del banco confundida, mareada. Caminó sin saber, sin ver...hasta que vio.

Ya no le podían quitar nada. Todo era suyo. La fuerza. La ilusión. Su gente.
La vida.

Podía volar libre. Ya no había red.

1 comentario:

  1. Me suena esa historia. El tiempo está demostrando lo adecuada que fue la idea.

    Besos

    ResponderEliminar